26 de junio de 2012

¿Le vas a permitir que te maltrate otra vez?


Imagina que luego de tantos años él se fue. Por fin.

Después de tantos maltratos, mentiras, engaños y cinismo te decidiste a echarlo de la casa. Era lo correcto, no podías seguir cargando con la desesperanza de un futuro incierto para ti y tus hijos. No más.

Te dedicaste entonces a limpiar la casa. No sólo estaba sucia, sino descuidada, destruida...  y no era tuya, debías pagar la renta cada mes para que no te echaran con todo y tus hijos.

Desde ese día, te levantaste todas las mañanas con ahínco y esperanza a limpiar, a reconstruir todo lo que él había destrozado.

Además, te dejó deudas enormes, impagables. Al tiempo que reconstruías tu hogar, te dedicaste a administrar lo poco que te sobraba. Tomaste buenas decisiones, pagaste a tus acreedores y además hiciste un colchoncito.

Tus hijos volvieron a sonreír. La casa comenzaba a verse mejor, más limpia. Además había tranquilidad, él ya no estaba para reprimirlos siempre que querían expresar sus pensamientos e ideas.

Tus hijos regresaron a la escuela, no solo porque ahora, con tus finanzas sanas, podías enviarlos con ropa decente y con algo para comer, sino porque además recibían una beca para ello.

Al más pequeño pudiste llevarlo a una guardería segura. Entonces pusiste tu propio negocio, ahora tenías tiempo para atenderlo. Lo lograste con un crédito y tus ahorros.

Compraste tu primer auto nuevo, también a crédito, con la seguridad de que tu negocio iba creciendo y que, en caso de alguna eventualidad grande, podrías hacerle frente económicamente.

Dejaste de extrañarlo. De pronto viste que las cosas podrían ser diferentes. Que no era normal que te sobajaran, que te corrompieran, que abusaran de ti.

Tú rostro también se transformó, se llenó con una hermosa sonrisa. La seguridad volvió a ti misma.

En poco tiempo lograste dar un enganche para una casa nueva. Sí, una casa nueva en la que no hubiera más recuerdos de él. Compraste muebles y una computadora con internet para tus hijos. Ellos estaban felices.

Por fin tenías algo propio, un patrimonio para heredarles.

Pero hace unos días él reapareció.

Te jura que es un hombre nuevo y que ya no hace las cosas que hacía antes. Te asegura que hoy sí cuidará de ti y de tus hijos y que no solo cuidará lo que con tanto esfuerzo has construido, sino que lo hará crecer… ¿le vas a permitir que te maltrate otra vez?

El regreso del “nuevo PRI”. Ni un voto al PRI.

22 de junio de 2012

Ya regresé


Han pasado ya más de 3 años que no actualizo este blog, por millones de razones lo dejé abandonado.

Cualquier blogger entenderá que mantener un sitio es difícil, más si no te pagan por hacerlo. Hay que corretear la chuleta todos los días y a veces no hay chance de perder el tiempo.

Muchas cosas han pasado, pero la más relevante es que Jerico se convirtió en Matilda y lleva tres años haciéndonos la vida más alegre.

No es que el bebé haya cambiado de sexo, bueno sí, pero cambió antes de nacer… o sea, es medio enredado explicarlo, pero resulta que siempre pensamos que era niño y cuando nació era niña, fue la muñeca vestida de azul, pues todo se había comprado pensando en un niño.

Hoy tiene 3 años y es una belleza. Bueno, qué puede decir su papá.

La bruja fue la más feliz con la noticia, pero de haber sabido le hubiera comprado una barbie y ya. En fin.



Otro acontecimiento ha sido que Jeremy se convirtió en jugador de fútbol americano. Debo admitir que la idea fue mía pero pronto le gustaron los chingadazos, ahora le gusta más que a mí, creo.

Al principio, cuando recién le dieron su casco y las hombreras, llegó triste del entrenamiento y con ganas de mandar todo a la chingada. La verdad es que pobre, no tenía idea de en lo que se había metido y estoy seguro que a nadie a sus 8 años le gusta que lo maltraten nomás por puro gusto.

Me dijo que ya no iría, que no quería jugar eso y punto. Le pregunté cuál era la razón, y me dijo que porque no le gustaba que le pegaran.

Tienes razón, le dije. A nadie le gusta. Quien juega este deporte no lo juega para que le peguen, lo hace para divertirse y competir. Le expliqué que tenía que aprender a jugarlo y que poco a poco se acostumbraría al contacto. Nada de esto me creyó, me mandó al demonio, me dijo que no y que no y que no… “tengo miedo”, fueron las palabras que terminaron la plática.

Al otro día le dije que entregara el equipo, y le advertí: si huyes de este problema por miedo, vas a huir siempre de ellos. Cuando te dé miedo un examen, cuando te dé miedo hablar en público, cualquier problema que te haga sentir miedo tu primer reflejo va ser huir. Huye de esta y vas a huir de todas.

Hoy está comenzando su segunda temporada y jugar este deporte le ha dado una enorme seguridad en sí mismo. Creo que valió la pena aquella plática.